Soy una persona madura y completamente responsable de mis actos, eso
siempre lo he dicho, en especial cuando tenía 17 años y a esa edad eso no es
cierto, más aun cuando realmente tienes los ojos cerrados y no quieres que
nadie se meta en tu vida.
Un día cualquiera mientras "estudiaba" se produjo el milagro
de la vida en mi ser y lo supe unos meses después, cuando mi cuerpo empezó a
cambiar: mis senos a doler, me dio gastritis, mientras los meses pasaban mi
vientre empezó a crecer y hacerse pesado el caminar; aunque en mí ya sabía lo
que se venía, sólo hasta ese día a media noche y hasta las 9 de la mañana que
sentí un dolor insoportable entre mi espalda y mis caderas luego de tanto pujar
llegó una sensación inexplicable que involucra alegría y miedo, cuando la miré
por primera vez en mis brazos, ahí estaba, tan pequeña e indefensa y a la vez
tan grande, gordita y sana. Se parece a mí, pero no quiero que sea como yo.
Dejé de estudiar.
Darle el pecho fue increíble aunque en sus primeros días sufrimos
juntas, pues mi pecho no era el apropiado por mi joven edad así que fue
doloroso lactar, pero ya era responsabilidad mía, al saber que solo dependía de
mí para alimentarse hasta sus 6 meses de edad y crecer luego el cuerpo se
acostumbra y hasta el año la lacté.
Muchas noches no dormí, o dormía muy poco y se convirtió en costumbre,
hasta ahora, levantarme a media noche para verificar que respira y se levantará
con su cabello despeinado, somnolienta además de tener sus ojos pequeños pero
de gran visión para alegrarme la vida.
En su primer año aprendí a cambiar pañales sucios y mal olientes por los
limpios, en su colita hasta que debí enseñarle a ir al baño sola y como debe
asearse; no sin antes haber pasado por un proceso de gatear, explorar, coger
cualquier cosa con sus manos y meterse a la boca, caminar y hablar. Así me
libré de sus pañales.
Volví a creerme madura y responsable pero "la volví a
embarrar", cuando volví a "estudiar," le di un hermanito cuando
apenas nos estábamos conociendo.
En casa mis padres resignados y con todo el amor me siguieron apoyando,
sin embargo ahora si me golpeó más duro la vida, pues mis hijos no tenían a su
papá, pero esa historia prefiero no contar.
Mientras crecían mis hijos iniciaron las pilatunas del aprendizaje con
colores, pinturas, lápices y papeles que me llenaron cajones y paredes de
cartas y lindas sorpresas en sus 5 primeros años y sus nuevas experiencias en
el preescolar.
Completamente entregada a ellos ahora si maduré, trabajando y ahora si
estudiando de verdad.
Llegaron a la primaria y nuevos retos comenzaban para ellos con su rol
social y estudiantil. Ahora ya están en el bachillerato.
Aquí es cuando empiezo a darle aún más la razón a mi mamá, pues si una madre te dice "esa amiguita o ese amiguito no me gusta" es mejor hacerle caso, afortunadamente a mi si me hacen caso, pero ya hemos tenido que pasar por no tan fuertes e incómodas situaciones pero si por experiencias de llamado de atención que me han dicho que las cosas pueden ser mejor.
Crecemos juntos y maduramos juntos, tal vez ellos aún son más maduros
que yo cuando tenía su edad.
Lo que les
digo: No se es maduro cuando uno se cree maduro, si no cuando tus actos y las
situaciones ya las sabes manejar con responsabilidad. No te olvides escuchar a
quienes desean lo mejor para ti.
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